martes, 28 de agosto de 2012

Pelea de gatas: Mary Seacole y Florence Nightingale


El post de hoy nos va a llevar a la Inglaterra victoriana y a las trincheras a orillas del Mar Negro. Prejuicios raciales y envidias poco edificantes desembocaron en el duelo entre las dos almas caritativas más mediáticas del Imperio Británico. Dos mujeres que rompieron moldes con su valentía, pero cuya trayectoria, como la de muchos filántropos, no es inocua. A mi izquierda, Florence Nightingale. A mi derecha, una mujer que aún lo tuvo más difícil...


Mary Jane Seacole (1805 – 1881), 'la otra Florence Nightingale', fue una enfermera conocida por su labor en la Guerra de Crimea (1853-56), donde instaló centros de asistencia para auxiliar a los soldados.


Seacole, por
la revista satírica 'Punch' (1857)
Nació en Kingston, Jamaica, lugar bajo dominio británico. Enterada de la precariedad de la asistencia sanitaria en el frente de Crimea (primer campo de pruebas para la industria de la prensa en lo que a cobertura de conflictos armados se refiere), viajó a Londres resuelta a ofrecerse como enfermera. Partió llevando consigo conocimientos de medicina natural aprendidos de su madre, quien  regentaba una casa de huéspedes donde solía cuidar de europeos enfermos de fiebre amarilla.

Pero la Oficina de Guerra británica rechazó su generosidad: no les hacía gracia la idea de una mujer (y además, no blanca) con ganas de inmiscuirse en medicina. Ni siquiera se le autorizaría, más tarde, a Seacole el unirse al grupo de enfermeras elegidas para viajar a Crimea junto a la famosa Florence Nightingale. Y por cierto, tan famosa era ésta última que si fuéramos a hablar sólo de ella este post no tendría sentido de puro manido: de ahí que ceda el puesto de honor en el título y el cuerpo del texto a su enemiga íntima.

Estilizada heroína de la nación.
Henry Weekes, 1859.
Pero volvamos a nuestra protagonista. Mary, de algún modo u otro, consiguió un préstamo con el que se costearía ella misma el viaje (de unos 6500km). Y allá que se fue a tratar heridos. Su dedicación y arrojo la hicieron famosa: a menudo, atendía a los soldados de ambos bandos en plena batalla, sin importarle el peligro. Además, no renunció a su costumbre de vestir con colores chillones, aunque esto hiciera de ella un blanco fácil.

Cuando finalizó la guerra, en 1856, Mary Seacole se encontró al borde de la ruina. Por suerte, un concierto benéfico organizado por amigos del frente resultó un éxito: hubo más de cuarenta mil asistentes, y quedó solucionado así el tema de su subsistencia.

Años más tarde, Mary expresó su deseo de marchar a ofrecer ayuda a la India tras la rebelión de 1857. Por desgracia, esta vez no consiguió reunir el dinero necesario para ello.

Mujer y no blanca, tuvo el raro honor de ser honrada y respetada en vida, y llegó a publicar una autobiografía: "Wonderful adventures of Mrs. Seacole in Many Lands" (1857), que pueden consultar haciendo clic en el enlace. Sin embargo, su fama no le sobrevivió, recordándose mucho más a su némesis, Nightingale.

Portada de la autobiografía
de Seacole, 1857
Y aquí es donde entramos más en el terreno del cotilleo. La familia Seacole sostenía que el marido de Mary, fallecido antes de que ésta llevara a cabo sus hazañas, había sido hijo ilegítimo nada menos que del almirante Nelson. El testamento de la propia Seacole indica, de hecho, que su difunto esposo era el ahijado de Nelson, aunque no se le mencionara en el testamento de éste último. Quién sabe.

En fin: tras enviudar y perder a su madre en el mismo año, Mary declinó numerosas ofertas de matrimonio, centrándose en su trabajo; primero en la casa de huéspedes familiar, y después en labores sanitarias, durante la epidemia de cólera de 1850, que causó más de treinta y dos mil muertes en Jamaica.

Al año siguiente, Mary viajó a Panamá a visitar a su hermanastro, quien regentaba allí un hotel. De nuevo, hubo de emplearse a fondo cuando el cólera llegó a la zona. Parece que logró curaciones milagrosas: los rumores se extendieron y comenzaron a llegarle más pacientes; a los pobres no les cobraba. Pasada la epidemia, Mary abrió su propio hotel en Panamá y continuó asistiendo a los enfermos.

Posteriormente, regresó a Jamaica. Fue allí donde oyó acerca de los horrores de Crimea, decidiendo 'alistarse' para así experimentar la "pompa, orgullo y circunstancia de la gloriosa guerra". Allí luchaban tropas procedentes del Reino Unido, Francia, Cerdeña y el Imperio Otomano. Miles morían, el cólera campaba por doquier y los hospitales eran insuficientes, pequeños y estaban mal surtidos de personal y medios.

Cuando Mary llegó a Crimea, después de su azarosa travesía, visitó el flamante hospital que Nightingale y sus enfermeras habían establecido en Bustari, provista con cartas de recomendación y dispuesta a ofrecer su ayuda a ésta directamente. Pero fue rechazada de nuevo. Finalmente, acabó construyendo el British Hotel, su propio centro de asistencia de soldados, en marzo de 1855. Alexis Soyer, cocinero francés de renombre enviado al frente para mejorar la dieta de los soldados británicos, describió a Seacole tras conocerla allí como "una vieja dama de apariencia jovial, pero un par de tonos más oscura que el lirio blanco". Muy delicado.

El corresponsal especial de The Times escribió, por su parte: "la señora Seacole trata y sana a todo tipo de hombres con extraordinario éxito. Siempre está en acción cerca del campo de batalla para auxiliar a los heridos, y se ha ganado las bendiciones de muchos desafortunados".

Nightingale y Seacole, según
este docudrama de la BBC
La genial Kate Beaton, de Hark! a vagrant, nos resume el tema.
Por su parte, Florence Nightingale se la tenía guardada a Seacole, lo cual me parece bastante interesante (ya hemos visto cómo rechazó acogerla en su equipo). El British Hotel cobraba por sus servicios, vendía alcohol, y, además de a soldados, admitía a turistas, por lo cual Nightingale acusaría más tarde a Seacole de llevar un establecimiento poco mejor que ¡un burdel!

En una carta de 1870 de Nightingale, podemos leer que, según su versión, Seacole "regentaba... no lo llamaré una 'casa de mala reputación', pero algo no muy distinto en cualquier caso, en la Guerra de Crimea (...) Era muy amable con los hombres, y lo que es peor, con los oficiales, y a muchos los emborrachaba". Otra segunda carta fue más lejos: según Nightingale, Seacole era una "mujer de mal carácter" que, ahora sí, con todas las letras, era propietaria de una "casa de mala reputación". Nightingale llevó a la práctica su manía por Seacole haciendo lo posible para evitar cualquier relación entre ésta y sus enfermeras, a pesar de que el Inspector General de Hospitales consignara en una carta su gratitud con la jamaicana por su valiosa ayuda. 
Única foto de Seacole
que se conoce (1873)

Racismo, envidia, competitividad, soberbia... podrían ser los sentimientos que motivaron la animadversión de Nightingale hacia Seacole, puesto que sus calumnias parecen infundadas. Se ve que hasta la misma Nightingale no pudo sino reconocer en cierta ocasión que su rival  "había hecho muchísimo bien por los pobres soldados". 

Para más inri, cuando Seacole cayó en bancarrota tras la guerra, Nightingale estuvo entre los donantes anónimos que ayudaron a salvarle de la ruina. Ruina que llegó una segunda vez años más tarde... y que fue de nuevo evitada: la 'Seacole Fund' se puso en acción en Londres, incluyendo a benefactores como el príncipe de Gales, el duque de Edimburgo o el de Cambridge.

Seacole volvió a Londres una vez más, en 1870, según algunos, con idea de prestar sus servicios en la Guerra Franco-Prusiana. Sea como fuere, entró en la periferia del círculo real, convirtiéndose en masseuse personal del príncipe de Gales. Murió en 1881.

Mary Seacole consiguió el primer puesto en la encuesta online 100 Great Black Britons en 2004.

En resumen, una filántropa probablemente aficionada a la calumnia (y un poco bitchy), y otra posiblemente a la exageración, la fantasía y bueno, ya no voy a decir a regentar burdeles, pero quizá sí a administrarse un poco mal los cuartos. Como ven, ¡nadie es perfecto!

viernes, 3 de agosto de 2012

Picoteos por la Vieja Europa: tras los pasos de Roldán

¿Qué tienen en común la oscense Sierra de Guara y la ciudad hanseática de Bremen, la Reconquista española y el orgullo cívico del norte de Alemania? Les responderé que a Roldán, Rolando u Orlando: sobrinísimo de Carlomagno y héroe épico, es un personaje muy a juego con el orgullo paneuropeo, y a la vez muy aragonés, del que se precia la autora de este blog. A la presencia con que cuenta su figura en ambos lugares queda dedicada esta entrada. Comencemos cuando gusten.

I. El Salto de Roldán y la Brecha de Rolando (Huesca, España)

El 'Salto de Roldán', con el castillo de Montearagón en primer término


El llamado Salto de Roldán es una formación rocosa del Prepirineo oscense, compuesta por dos inmensas moles pétreas que sirven de entrada a la Sierra de Guara desde la llanura de la Hoya de Huesca. Se trata de la peña San Miguel (1123 m) y la peña Amán (1124 m), entre las cuales discurre el río Flumen. 
Cuenta la leyenda que el famoso héroe Roldán, al mando de la retaguardia del ejército carolingio, se retiraba hacia Francia perseguido por las tropas musulmanas. Rodeado en la peña Amán, no había escapatoria posible...salvo el ponerle las pilas a su caballo y dar un salto hacia la peña opuesta. La verdad es que no estaba precisamente cerquita: había (y hay) un abismo bien majo, digno de una entrega de los dibujos del Coyote y el Correcaminos. Bien pensado,  la historia del primero parece la de un eterno fracaso en un intento de emular a nuestro caballero carolingio.

Yo no les recomiendo que lo intenten... pero sí que les invito a animarse a una excursión (en el enlace hay más detalles). Ambas peñas son accesibles para los senderistas, aunque con diferente grado de dificultad en la subida. Al atractivo de las vistas se suma el de poder contemplar buitres leonados muy, pero que muy de cerca: hay numerosos nidos de esta especie en la zona, y es un ave imponente y majestuosa, de hasta 2'6m de envergadura y hermoso plumaje.

El Salto de Roldán fue zona militarizada durante la pertenencia de la ciudad de Huesca al Califato de Córdoba. El episodio más importante vivido en ese periodo fue el asalto de García Sánchez I de Pamplona en 941 a los baluartes situados en lo alto de ambas peñas. Ambas posiciones fueron recuperadas al año siguiente por el señor musulmán de Zaragoza.

Sin embargo, no sería justo marcharnos de tierras altoaragonesas sin pasar por otro lugar imponente: la llamada Brecha de Rolando, situada a 2804m, en el macizo pirenaico del Monte Perdido. Se trata de un collado de 40m de ancho y 100 de alto y, según la leyenda, fue abierta por nuestro caballero al intentar destruir su espada, la mítica Durandal, golpeándola contra la roca al final de la batalla de Roncesvalles. Además, tiene el honor de ser (según leo) el macizo calcáreo más alto de Europa, y resulta un lugar de singular belleza, accesible tanto desde la parte española de la cordillera como desde la francesa. 

II. El Roland de Bremen (Alemania)
En la Marktplatz, frente al ayuntamiento de esta ciudad norteña, se yergue orgulloso Roldán, símbolo del segundo puerto en importancia del país germano por detrás de Hamburgo, y, por supuesto, patria soñada de los Trotamúsicos.* 

'Roldán' es, en este caso, una estatua del siglo XV que fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004. De más de 5m de altura (más de 10 contando la columna y el pedestal), representa a nuestro caballero blandiendo a Durandal (o Durandarte), símbolo de justicia. Parece que las estatuas de Roldán fueron más o menos comunes a lo largo y ancho del Sacro Imperio Romano-Germánico, viniendo a representar los derechos de las ciudades en las que se erigían.
El primer Roland (Roldán) bremense, de madera (el actual es de caliza), fue quemado a mediados del s. XIV. Del 1404 data el que ahora contemplamos. El escudo del caballero contiene el águila bicéfala imperial, con una inscripción que reza: "La libertad os anuncio / que Carlomagno y otros príncipes / han dado a esta ciudad / Darle gracias a Dios es mi consejo". 

Aunque en el XIX Napoleón, durante la ocupación francesa, quiso llevarse al Roland al Louvre como trofeo (ya sabemos que era de mano suelta), los ciudadanos de Bremen lograron convencerle de su escaso valor artístico; y, si quieren que les dé mi opinión pofesional, coincido en que la estatua es bastante macizota y sin gracia. Así, en Bremen ha permanecido hasta el día de hoy... aunque no intacta: ha sufrido varias restauraciones, y su cabeza no es la original (la vieja está en el Museo Focke).

La versión oficial es que se trata de la estatua de Roldán más antigua de Alemania, la primera de la tipología. Sin embargo, los hamburgueses (bonito gentilicio) reclaman el honor para sí, basándose en documentos que mencionan una suya de 1342. Lo que no se cuestiona, al margen de los piques, es la importancia del Roland bremense, símbolo local de independencia y orgullo cívico, e incluso condición para éstos: una leyenda afirma que Bremen sólo permanecerá libre e independiente mientras la figura siga en pie. Por ello, los sótanos del ayuntamiento de la ciudad, edificio también distinguido con idéntico honor por la UNESCO, guardan una réplica exacta, lista para ser alzada rápidamente en caso de necesidad.

Esperemos que no haga falta. ¡Larga vida al Roldán! :)
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* La expresión no la he usado a la ligera: Bremen explota con astucia comercial la fama que este cuento le ha granjeado en todo el mundo, pero lo curioso es que los protagonistas de la historia nunca llegaron allí, a pesar de ser Bremen el destino de su viaje. Aun así, ningún turista parece sentirse estafado.